PRÓLOGO AL LIBRO DE RELATOS JUVENILES DEL ROTARY CLUB DE ALMORADI
En apoyo y colaboración al proyecto del Rotary Club de Almoradí
y su Certamen Literario Juvenil de Relato Corto. Una lástima que esta
iniciativa se haya visto eclipsada por la situación sanitaria, económica y
social del momento…
Destino de la recaudación: ayuda a familias necesitadas como
consecuencia de la Covid 19.
Toda la información en:
https://rotaryclubalmoradi.org/premios-septimo-certamen-literario-rc-almoradi/
La literatura -la que escribo y la que leo- me ha dado parte de los
mejores momentos de mi vida, porque pocas cosas hay tan gratificantes como
poner el punto final a una novela, artículo, relato o poema. Siempre he
defendido que la creatividad no puede enseñarse, porque es algo que o se tiene
o no se tiene, pero considero que todo el que quiere escribir primero tiene que
hacerlo mal, leer mucho, pulir su técnica y progresar, pero ya tiene el deseo y
la pulsión irrefrenable del folio en blanco.
La historia de
la literatura demuestra con incontables ejemplos que la posibilidad de escribir
no se reduce a unos cuantos afortunados que han podido recibir la formación
adecuada desde la infancia -lo que apoya mi tesis de que la capacidad creativa no puede
enseñarse en un aula, pero sí perfeccionarse o iniciarse tras dar las
herramientas necesarias a aquel que quiere hacerlo-. La necesidad de
expresarse a través del código escrito y la posibilidad de que las reflexiones,
invenciones, ideas, sensaciones o sentimientos sean leídos y compartidos por
otros no se reduce, afortunadamente, a ciertos extractos. La escritura es algo
más que una forma de comunicación es -en múltiples ocasiones- una
forma de catarsis para el que escribe y una forma de vivir, y por tanto
aprender, para el que lee. Los beneficios que escribir aporta están
documentados y demostrados por eso considero que cualquier iniciativa al
respecto, cualquier idea que potencie y ayude a arrancar a aquellos que desean
hacerlo y no saben cómo -a superar el recelo, a vencer la cobardía, el miedo a
todo eso que los escritores con cierta trayectoria ya tenemos superado-,
debe ser apoyada por los que dirigen y gestionan ciertos aspectos culturales de
nuestra sociedad.
He dedicado veintiséis
años de mi trayectoria profesional al sector de la Educación. La situación ha
cambiado en dos décadas alarmantemente en perjuicio de los docentes y
educadores pero no es cierto que “todos los jóvenes” sean personas sin inquietudes -o
frases similares y poco esperanzadoras que describen a nuestros adolescentes injustamente-. La educación es el pilar básico de la sociedad -aunque
nuestros dirigentes tiendan a olvidarlo- y cualquier proyecto que tenga
como foco la literatura debería, no solo ser respetado por aquellos que pueden
ayudar a hacerlo posible, sino también apoyado y valorado en su justa medida. No
debería suponer un esfuerzo, sino un placer, la financiación de este tipo de
iniciativas -posible,
en nuestro caso, gracias al patrocinio y entusiasmo del Rotary Club de
Almoradí.
Como profesora
de lenguas extranjeras llevo años enseñando a otros para que puedan expresarse
en distintos idiomas. Una lengua se aprende a través de cuatro destrezas básicas:
lectura, escritura, comprensión y, finalmente -la más difícil de todas- la
expresión. No hay otra forma de dominar estas habilidades que no sea
practicando. A hablar se aprende escuchando y hablando -mal en un principio- pero
haciéndolo superamos la fase de aprendizaje necesaria para el posterior dominio
de la lengua oral. Del mismo modo, no hay otra forma de aprender a escribir que
haciéndolo y leyendo a otros -mal, casi con total seguridad, en un principio- pero
practicando hasta encontrar el punto en que el deseamos situarnos.
Escribir es
una magnífica manera de escapar del tedio y, en ocasiones, de la soledad. Escribir
es una forma de comunicarse -con los demás y con uno mismo, de encontrar intereses
comunes o dispares, de crecer relacionándose con otros con los que pueden o no
compartirse ideas pero con los que siempre puede enriquecer el compartir en el
caso de que así se desee- lo que se tiene dentro y se plasma en un papel -sin
olvidar que, en ocasiones, uno simplemente escribe para sentirse mejor -como
medida de catarsis y desahogo- y con ello, sin pretenderlo, puede hacer que otros
también disfruten de la misma sensación al leer… así que, pasen y lean. Disfruten
de la obra que tienen entre manos, de las múltiples posibilidades y realidades
que les ofrece con sus dispares temáticas y enfoques y enorgullézcanse -meciéndose
en la idea de un futuro esperanzador para nuestra sociedad- porque
está escrita por nuestros jóvenes.
©Sonia Gonzálvez
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